Versión original en inglés por Corrie Clapsaddle. Nuestro equipo de traducción: Lorena Montes, Mauricio Rojas Durand y Andrea Linardi de Minten.
Stephanie Greenwood es una ciudadana a de primera generación, quien cree que votar es una responsabilidad para con su familia.
Stephanie Greenwood es una típica estudiante universitaria. Con su radiante sonrisa y delineador de ojos aplicado de manera experta, esta joven de diecinueve años estudia ecología de la vida silvestre en la Universidad de Nevada, Reno mientras también balancea un trabajo de veintisiete horas a la semana para sustentarse económicamente.
“Actualmente estoy averiguando para poder ser inspectora de vida silvestre, dicho trabajo consiste en controlar la frontera para evitar el contrabando ilegal de animales,” djo Greenwood.
Ella también se está preparando para tomar un gran paso este año – votar en su primera elección presidencial. El tema que más le preocupa es la educación asequible y el aumento del salario mínimo. Greenwood se mantiene informada al hablar con otros jóvenes votantes en el campus universitario y por medio de las redes sociales.
“¿A dónde va todo el dinero que se recauda de los estudiantes y de sus préstamos? ¿Por qué siguen subiendo los precios cuando apenas podemos afrontarlos?,” pregunta Greenwood. Para Greenwood, el poder votar tiene un gran significado personal.
Mis padres y toda mi familia no reúnen los requisitos para votar, y al venir a los Estados Unidos y todo lo que mi familia y mi madre hicieron me brindó la oportunidad de votar y tener una voz,” dijo Greenwood.
En 1969, con la edad de veintiún años, la madre de Greenwood llegó de México a los Estados Unidos. Ella creció en Cuernavaca con su padre y hermanas, mientras su madre trabajaba en EE.UU para mandarle dinero a la familia.
“Según como ella describe a Cuernavaca, no era el mejor lugar donde vivir. Vivían en una pequeña casa en donde compartía una cama con sus seis hermanas,” dijo Greenwood. “Orinaban en un balde y ella tenía que salir a la calle descalza para vaciarlo. A ella le parecía que eran unas dos o tres millas de distancia cuando en realidad eran unos cien pies.”
Varios años después de haberse mudado a EE.UU, Chevron contrató a la madre de Greenwood para trabajar como mecanógrafa. Incluso sin un título universitario, ascendió en la compañía y en 2014 se jubiló luego de trabajar durante treinta y siete años como química encargada de realizar las pruebas de combustible. Inspirada por los esfuerzos de su madre, Greenwood se siente obligada a estar tan políticamente involucrada como sea posible.
“Te pones a pensar en toda la gente que no puede votar debido a ciertas barreras y siento que debo votar. Se lo debo a mi madre, a mi familia, y también a mí misma porque estoy votando por mi futuro,” dijo Greenwood.
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