Es posible que este jueves, o en los próximos días, el Tribunal Supremo de Estados Unidos se pronuncie sobre la constitucionalidad de la política Acción Diferida para los Llegados en la Infancia. También conocida como Deferred Action for Childhood Arrival (DACA, por sus siglas en inglés), la política otorga a los inmigrantes indocumentados traídos a los EE.UU. cuando eran niños la oportunidad de obtener un permiso de trabajo de dos años renovable y protección contra la deportación.
El programa comenzó durante la administración de Obama en 2012 y fue suspendido por la administración Trump en 2017.
Olga, una beneficiaria de DACA, nos pidió que no usáramos su apellido debido a su vulnerable estado de inmigración. Nacida en México, Olga llegó a Reno con sus padres en el 2000 cuando tenía un año. Lo siguiente es un ensayo personal donde comparte cómo es esperar esta decisión que impactará en su futuro.
Ésta es su historia personal:
Me llamo Olga. Ahora estoy en mi último año de la universidad, y me estoy preparando para graduar en diciembre de este año. Estudio una doble carrera en ciencias políticas y asuntos internacionales, con una subespecialización en estudios étnicos. Actualmente trabajo tiempo completo en una organización sin fines de lucro local destinada a prestar servicios jurídicos a la comunidad vecina.
Mi objetivo es ingresar a la escuela de leyes con la esperanza de ser pronto una exitosa abogada defensora ante la deportación. La lucha de los inmigrantes es real, y espero seguir luchando por todos aquellos que se encuentran en situaciones similares.
Mis días no han sido los mismos desde que me di cuenta de que la decisión de la Corte Suprema sobre DACA podría llegar cualquier día. Estos momentos impredecibles me han hecho sentir una inmensa cantidad de ansiedad e incertidumbre. Es difícil estar feliz en todo momento, sabiendo que algo muy grande podría pronto afectar mi futuro.
En lugar de elegir empaparme de mis pensamientos ansiosos, he elegido mantenerme ocupada haciendo cosas que me gustan alrededor de aquellos que me hacen feliz. Hoy, mi actividad espontánea del día consistió en una agradable caminata con mi novio por los senderos de Hidden Valley. Son en estos momentos que me doy cuenta de lo necesario que es mantenerme ocupada haciendo las cosas que amo para permitir que mi mente se sienta a gusto en los momentos que conducen a la acumulación de estrés una vez más. Para terminar la noche, paso más tiempo con mi familia en el patio. Juntos nos sentamos alrededor de la fogata y asamos malvaviscos mientras hablamos y recordamos los viejos recuerdos.
Mientras me preparo para ir a la cama esta noche, empiezo a sentir que mi ansiedad se dispara una vez más al pensar en lo que podría pasar mañana por la mañana. ¿Podré seguir viviendo con seguridad en este país, o me obligarán a irme? ¿Qué le pasará a mi familia? Estos pensamientos me nublan la cabeza y me dejan pensando.
Esta noche, rezo y pido a Dios que me tranquilice y me proteja en estos tiempos difíciles.
“Todo va a estar bien, todo va a estar bien”, me repito a mí mismo. Pero una parte de mí todavía se reprime y me impide tener esperanzas. Sólo el tiempo lo dirá.
Este ensayo se posible gracias a una colaboración con la radio pública KUNR.